,

Migrar nos hizo mal

Últimamente me llaman egoísta de mierda. Otras veces solo mierda. No les quito razón, me centro mucho en mí mismo. Me voy al trabajo y no hago otra cosa que no sea trabajar. Hay muy pocas pausas de café en los qué sociabilizar. No porque no quiera, sino porque realmente hay mucho que hacer y,…


Últimamente me llaman egoísta de mierda. Otras veces solo mierda. No les quito razón, me centro mucho en mí mismo. Me voy al trabajo y no hago otra cosa que no sea trabajar. Hay muy pocas pausas de café en los qué sociabilizar. No porque no quiera, sino porque realmente hay mucho que hacer y, sobre todo, porque no hay buen café. O porque en Estados Unidos la gente bebe un café de mierda que cuando los veo sorber de vaso de un litro de plástico me da tanto asco que prefiero volver a mi escritorio y seguir con la mierda que hacía 10 minutos antes. 

Tampoco hay tiempo para redes sociales. Llevaba unos meses subiendo algunas fotos de los lugares por los que paseaba. Pero ahora no estoy por la labor. De pasear, sí; de dejarme sorprender por el lugar, parece que no.

Pero soy yo, no son ellos. No es que sea aburrido por acá, que poco sí lo es, sino que no estoy… No estoy. No estoy en USA, no estoy en New Haven. No me sorprenden, no me emocionan. No me siento parte de los lugares que visito. No me emociono diciendo voy acá o voy allá. Quiero, pero no puedo. ¿Qué pasa? Lo cierto es que nos hizo mal migrar. Ser migrante no es lo mismo que ser viajero. Viajas, y de alguna forma, vuelves. Sabes que habrá retorno. Migrar, no. No sabes si vuelves, a menos que te empeñes en decir: vuelvo, vuelvo, vuelvo. Pero entones es cuando no estás donde has migrado. No te permites que te sorprenda. Cuando migras y te integras, comienzas a cuestionar tus raíces, a confrontarlas, a echarlas de menos.

Echas de menos a tu gente. La familia, los amigos. Esos conocidos con los que nunca vas a ir a tomarte una cerveza pero que te saludaban. También a ellos. Echas de menos los lugares comunes, aquellos que crean estereotipos. Echas de menos los estereotipos. El tipo que antes te daba vergüenza como se vestía porque era muy mexicano, o muy español, o muy lo que fuera… la chica irritante que solo hablaba de lindo que era su pueblo. Echas de menos lo que estás acostumbrado. Añoras. Mucho. Y entonces no estás donde estás. No te permites que te sorprenda.~


Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *