Tengo mono de esquiar
Llevo dando la lata a todo aquel que me escucha más de cinco segundos de que tengo mono de esquiar. Solo unos amigos recogieron el guante:
—Vamos a Winding Trails —dijeron.
—Sí —grité como loco.
Luego me di cuenta que no me llevaban a hacer esquí alpino sino de fondo. Esquí de fondo. Dos vuelta de 5 kilómetros. Una vuelta más fácil, la segunda mas complicada.
—Perdón ¿qué? ¿10 kilómetros en la nieve
El problema fueron los esquíes. No son como los otros, anchos, con canto. No. Son delgados, finos, para poder desplazarte sin fricción, con tu esfuerzo, sin canto. Ay madre, ¿y cómo giro? Tantas caídas y dinero para aprender a “cantear” y en esto no se cantea, se… no sé qué se hace para girar. Y cómo no sé, volvimos a los orígenes. Aquellos donde uno se tira a la pendiente con miedo, sin frenos y, probablemente, sin huesos completos. Pero con amigos. El esquí siempre con amigos, y una chimenea enorme al final de la jornada.
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